Me llamo Clara y tengo diecinueve años. Mi vida es un tanto peculiar, ya que vivo en una casa fría y oscura, con dos chicas y un chico. Mucha gente viene a visitarme a lo largo de la semana, algunas de esas personas me miran con aire melancólico, otras simplemente se mofan de las cosas que hago o digo. La verdad es que nunca entendí bien por qué lo hacen. Una de las chicas que vive conmigo me trata muy bien. Siempre está atenta: si me mancho, viene a limpiarme; si me hace falta algo, me lo da; o simplemente si quiero conversar un poco, viene y me habla. Yo creo que lo hace porque es mayor que yo y siente como si fuese su hermana pequeña.
La otra de las chicas no habla castellano, cuando intento hablar con ella me contesta con monosílabos. Aunque la verdad he de decir que es muy alegre y viva, está siempre bailando y cantando. Pero hay veces que si no hacemos lo que pide o no la miramos cuando canta o baila se enfada y se pone a llorar, es un poco extraña, pero la queremos igual.
En cuanto al único chico de la casa, es muy trabajador. Se pasa más de la mitad del día fuera de casa trabajando y cuando llega me saluda con un beso en la frente. Yo creo que está enamorado de la primera chica, mi “hermana mayor”, porque siempre les veo agarrados o haciendo miraditas… Seguro que al caer la noche se van a dormir juntos en la misma habitación.
Yo estoy intentando meterme a estudiar o trabajar, pero mis compañeros de piso me lo impiden, dicen que no tengo edad para eso. Pero yo no sé hasta cuándo podré aguantar sin pagar nada del piso: ni comida; ni alquiler; ni nada… Lo peor es que en cuanto les digo de pagar algo, se enfadan conmigo. Bueno supongo que pronto se les pasará y podré ser una mujer de provecho, no me gusta estar encerrada en casa.
El otro día hicieron una fiesta en casa, me lo pasé muy bien. Vinieron muchos amigos de mis compañeros de piso. Y cada uno me trajo un regalo y me sentí muy querida por ellos, yo lo único que les decía era “gracias”, porque soy algo vergonzosa y no me esperaba que tanta gente viniese y mucho menos que mostrasen tal afecto por mí. Durante la cena, les dije:
-Quiero daros las gracias a todos por haber venido y ¡me ha encantado conoceros a todos! –con mi más sincera gratitud.
Todos pensaréis que lo que recibí fueron elogios y aplausos por su parte, pero no, fue extraño porque lo que hicieron fue reírse a carcajadas. Yo miré a mis compañeros de piso y les vi en su mirada vergüenza y arrepentimiento. Acto seguido me senté y seguí comiéndome una tarta que ni si quiera pude disfrutar.
Al acabar la fiesta, mi compañera de piso (la que cree ser mi “hermana mayor”) se sentó frente a mí y me empezó a hablar:
-Mamá, esta fiesta era por tu cumpleaños, es normal que tu propia familia te traiga regalos y venga a felicitarte. Carlos y yo te queríamos dar esta foto como regalo en la que salís Clarita y tú. Espero que nunca olvides que somos tu familia y que te queremos mucho.
Todo esto me lo dijo entre sollozos. No entendí por qué me dijo esas palabras. “Para mí que está loca” pensé. Supongo que lo que me queda es ceñirme a sus normas y ser una incomprendida hasta que decida irme…